¿Y si no eres tú… sino tu sombra?
- Raquel

- 17 jun
- 3 Min. de lectura

Te ha pasado, admítelo. Empiezas a cambiar algo en tu vida –una relación, un hábito, una rutina, un objetivo importante– y cuando parece que por fin vas a lograrlo... zas. Te lo cargas.
No sabes cómo ni por qué, pero algo se tuerce. Te peleas con la persona que te estaba gustando. Rompes la dieta. Dejas de ir al gimnasio. O te inventas una excusa muy razonable para no lanzar ese proyecto. Y te dices: ¿Pero qué me pasa?
Spoiler: no estás loca. Ni eres débil. Ni perezosa. Estás siendo boicoteada. Pero no por una enemiga externa, sino por una fuerza silenciosa y muy sutil: tu sombra.
¿Qué narices es la sombra?
La sombra es todo eso que no quieres ver de ti. Lo que has escondido porque alguna vez dolió mostrarlo. Lo que aprendiste a reprimir para encajar, para gustar, para sobrevivir.
Y lo hiciste tan bien… que ahora ni sabes que está ahí. Pero está.
Y no se queda quieta. Desde la oscuridad, tu sombra sigue viva, coleando, tirando de los hilos. Porque, aunque no lo parezca, tiene un objetivo: protegerte.
Sí, incluso cuando te hace sabotear todo lo que conscientemente dices que quieres.
Te cuento un ejemplo (que seguro te suena)
Imagínate que decides bajar de peso porque no te reconoces, no te gustas, te duelen las articulaciones y estás harta de sentirte cansada. Lo tienes claro. Empiezas con todo: dieta, ejercicio, meditación... y ¡bum! De pronto, la amiga que no veías hace meses te invita a cenar, y claro, cómo le vas a decir que no. Otro día tienes mucho trabajo y no puedes ir al gimnasio. Luego “te lo mereces” y caes en la nevera como si fuera Las Vegas.
Y así se va todo al traste.
La parte racional te dice que quieres cambiar, pero otra parte –mucho más primitiva– está aterrada. Porque para esa parte de ti, ser atractiva es peligroso. Porque cuando lo fuiste, quizás alguien te dañó. Y aunque tú ya ni lo recuerdes, tu sombra sí. Ella nunca olvida.
Así que, sin que lo sepas, hace lo que cree que tiene que hacer: te frena.
La sombra no es tu enemiga, pero tampoco es tu jefa
Aquí viene lo interesante: tu sombra no está en contra de ti. Solo está intentando protegerte de un peligro que ya no existe. Lo hace desde un recuerdo, desde un trauma, desde una conclusión que tu mente sacó hace años para que no sufrieras más.
¿Y sabes qué? Lo hizo bien. En su momento. Pero hoy ya no necesitas que esa parte de ti tome el control.
Hoy puedes mirarla a los ojos y decirle: Gracias por protegerme… pero ahora me encargo yo.
¿Cómo se hace eso?
Aquí no hay recetas mágicas ni afirmaciones pegadas al espejo. Esto va de honestidad brutal contigo misma. Va de escuchar lo que realmente sientes cuando nadie te ve. Va de dejar de hacerte la fuerte y empezar a hacerte el favor de sentir.
Y sí, probablemente necesites ayuda. No porque estés rota, sino porque estás muy entrenada en sobrevivir… y poco en vivir.
Con un buen acompañamiento, puedes iluminar esa sombra y ver qué hay ahí. Y lo que suele haber no es feo ni malo. Es una niña asustada. Una mujer que aprendió a esconderse. Una versión de ti que necesita ser mirada con compasión, no con juicio.
La libertad no está en controlar más, sino en integrar
Cuando te reconcilias con tu sombra, ya no necesitas estar en guardia. Ya no hay lucha interna. Dejas de sabotearte porque dejas de pelearte contigo.
Y entonces, las cosas empiezan a fluir.
No porque la vida se vuelva fácil, sino porque tú dejas de ponerte la zancadilla. Ya no estás dividida. Ya no estás escondiéndote de ti.
Eres tú, con todo. Y desde ahí… todo cambia.
¿Ves? Esto no va de convertirte en alguien nueva. Va de reconocerte. De dejar de vivir a medias. De sacar la versión completa de ti, sin miedo y sin máscaras.
Y si todo esto te ha removido algo por dentro, no lo ignores.
Tu sombra solo quería ser escuchada. Ahora, ¿qué vas a hacer tú con eso?
Raquel Henko














Comentarios